Los expertos en
salud siempre advierten del peligro de una dieta alta en grasas. Toda una industria de
productos saludables ha brotado de la idea de que la grasa es un veneno. Y aunque las
estadísticas muestran que su consumo decrece, cada vez hay más personas obesas.
Los expertos concuerdan en que se debe al consumo de muchas más calorías,
gracias a los productos libres de grasa.
Menos grasa lleva a menos culpa, que, a
su vez, lleva a comer más. Algunos médicos sugieren que, de preocuparnos menos
por comer grasas,
estaríamos más delgados.
Mientras vigilamos
menos las grasas en
nuestra dieta, también es importante revisar sus cantidades. Recuerda que las
calorías importan. Y, más aún, hay que entender el tipo de grasas que comemos.
GRASAS MONOINSTATURADAS
Se encuentran en los
aceites de oliva, canola, nueces y paltas.
Los estudios
muestran que estas ayudan al cuerpo a quemar grasa, y como se digieren lentamente, te hacen sentir lleno por
más tiempo. Se les considera “saludables para el corazón” porque no afectan los
niveles de colesterol y, en su forma de ácido oleico, reducen el colesterol LDL
sin perturbar el HDL. Pero esto no es una luz verde para sopear un pedazo de
pan en aceite de oliva. Las calorías aún cuentan. Solo el 15 por ciento de
nuestras calorías de grasa diarias deben ser de este tipo.
GRASAS TRANS
Se encuentran en la
margarina, galletas, pasteles y, en sí, en todo lo frito. En las comidas
procesadas, la grasa trans se
crea cuando se añade hidrógeno al aceite vegetal para mantenerlo “estable” al
freír (el aceite inestable da un mal sabor) y para evitar que se arrancie. En
su mayoría, son grasas manufacturadas. Para quitar el colesterol de sus
productos, los fabricantes de alimentos procesados han reemplazado las grasas saturadas (como manteca de
cerdo y cebo de vaca) con aceites vegetales hidrogenados. Toman el aceite, lo
calientan a elevadas temperaturas y le inyectan hidrógeno, que se une con sus
moléculas para crear un nuevo tipo de grasa que se solidifica a temperatura
ambiente. Esto es ideal para hacer galletas, pasteles, muffins, dulces
y nuggets de pescado, que necesitan de esto para verse y saber bien. Las
palabras “parcialmente” e “hidrogenado” en los ingredientes de un producto te
alertan sobre las grasas trans.
Éstas deben evitarse
por sus efectos dañinos en los niveles de colesterol: aumentan el colesterol
LDL y disminuyen el “bueno” (lipoproteína de alta densidad o HDL, por sus
siblas en inglés). También se sabe que incrementan los triglicéridos y,
aparentemente, dañan las células que cubren los vasos sanguíneos produciendo
inflamación.
GRASAS SATURADAS
Se encuentran en
carnes, mantequilla, queso, huevos, manteca y semillas tropicales. Son
normalmente sólidas a temperatura ambiente. Algunas elevan tus lipoproteínas de
baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés) o el colesterol “malo” y aumentan
el riesgo de paros y enfermedades cardiacas. Pero cada vez más investigadores
culpan al exceso en el consumo de calorías y carbohidratos. De hecho, algunos
estudios muestran que reemplazar los carbohidratos en la dieta con grasas –saturadas o no- reduce el
número de las partículas más peligrosas de LDL. El mensaje no es atragantarse
de mantequilla y tocino sino, más bien, que la evidencia científica no sugiere
que los productos naturales con grasas saturadas deban excluirse de una dieta
saludable. Si no tienes sobrepeso, ni fumas, te ejercitas regularmente y comes
una dieta sana, quizá no debas preocuparte mucho por pasarte de este límite.
GRASAS POLIINSATURADAS
Se encuentran en los
aceites de maíz, cártamo, soya y girasol. A diferencia de las mono, las poli sí
reducen el LDL y el HDL. Las investigaciones han encontrado que un tipo de
estas grasas llamada
Ácido Linoléico Conjugado (CLA, por sus siglas en inglés), que se encuentra en
ciertas carnes y productos cotidianos, puede tener grandes beneficios para la
salud: reduce la grasa abdominal,
protege contra enfermedades cardiacas y diabetes.
ÁCIDOS GRASOS ESCENCIALES
Los básicos son el Omega-6 y el Omega-3, y caen en
la tipología de las grasas
polinsaturadas. Se obtiene más Omega-6 del necesario en los aceites de
cocina, carne y otros productos cotidianos, pero no del Omega-3, que se
encuentra en pescados aceitosos (como sardina o atún), nueces, semillas de
linaza y vegetales de hoja verde.
0 Comentarios